Lo que no hubiera sido más que un acto pequeño, incluso íntimo, como la presentación de un libro en un bar de Lavapiés, se convertía este viernes en un multitudinario acto de fe antifascista en el que participaron alrededor de 400 personas.
A las 19 horas, en la Taberna Garibaldi Irene Montero, secretaria política de Podemos y eurodiputada, iba a hablar sobre ‘Algo habremos hecho’ ante un público nicho, en una cita poco publicitada. Sin embargo, todo cambió a raíz de las amenazas vertidas el pasado miércoles contra la ex ministra por el conocido ultraderechista Daniel Esteve, cara visible de la empresa Desokupa quien, entre descalificaciones, anunció su intención de acudir a la presentación acompañado por, al menos, 200 «amiguitos».
La respuesta de personas y grupos antifascistas a tal bravata fue convocar una concentración ante la Taberna Garibaldi a las 18 horas del mismo viernes para parar los pies al personaje. La llamada se hizo a través de las redes sociales y, de repente, la casi anónima presentación se convirtió en viral, a la vez que pasó a un segundo plano porque de lo que se trataba finalmente era de hacer ver a los intolerantes que en Lavapiés no hay cabida para ellos.
El mismo miércoles ya se podía intuir que esa convocatoria iba a ser un éxito, como acabo siendo, y lo que durante unas cuantas horas hizo prever que la tarde del viernes en Lavapiés podría ser muy tensa, con la anunciada visita ultraderechista a la zona, fue perdiendo tono.
El jueves, directamente la alerta pasó de naranja a amarilla y es que Esteve reculó en sus redes sociales ante lo que vio que se estaba gestando y sembró muchas dudas sobre lo de acudir a reventar la presentación de Montero: al dueño de Desokupa se le conocen bravuconadas pero, al menos por el momento, no se sabe que tenga tendencias suicidas.
En torno a las 18 horas del viernes, con gritos, entre otros, de «Fuera fascistas de nuestros barrios» y «Aquí están los antifascitas», o «Irene, hermana, aquí está tu manada» -cuando llegó Montero al acto-, quienes se habían convocado en torno del número 8 de la calle Ave María no fallaron y, tal y como se preveía, de Esteve y compañía no hubo rastro.
Igualmente, cuatro furgones de policía, con sus correspondientes efectivos, permanecieron atentos para que, en todo momento, reinara una calma que sólo fue levemente alterada cuando los autodenominados periodistas Vito Quiles y Bertrand Ndongo fueron expulsados, de no muy buenas maneras, de una zona a la que se acercaron con la intención de provocar, que no con la de informar.
Antes de entrar a su presentación, Irene Montero dirigió unas palabras a la multitud allí congregada y, entre elogios a Lavapiés por la respuesta antifascista exhibida, resumió que al fascismo se le tiene que parar con más derechos. También tomó la palabra la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, y el secretario de antirracismo de Podemos, Serigne Mbaye, que jugaba en casa.
En cualquier caso y, pese a tanto protagonismo de miembros del partido morado, lo vivido en Lavapiés este viernes ha tenido mucho más que ver con ese famoso «Si nos tocan a una nos tocan a todas» que con unas siglas y, a la vez, con esa sentencia tantas veces repetida de que con el fascismo no se discute ni se dialoga sino que al fascismo se le combate. Poner el cuerpo ante unas amenazas que había que tomar como lo que eran, algo serio y real, ha sido hoy la forma de combatirlo.